sábado, 16 de diciembre de 2017




Me estoy hartando de los comienzos. Me molesta ser intermitente; estar pero no estar. Saber que soy de algún sitio, pero no aquí. Y es que huir se me da muy bien, herencia, supongo. Creo que el problema es que mi papá nunca me enseñó a echar raíces y ya sabes lo que Edel Juárez decía: "Vivir sin raíces no es viajar, es disgregarse. Para crecer, el corazón necesita dónde volver." A veces, me gustaría experimentar cómo sería eso, saber que siempre se puede volver. 

Pertenecer. Tomar el camino de siempre. Un colchón con mi forma. Tener un lugar reservado en la mesa. Un rincón preferido. Mi foto en la pared. Que tus cosas no se la pasen en cajas. Quiero decir, sé lo que es una casa, he vivido en muchas, también he dormido en camas pequeñas, grandes, inflables, literas, sofás, asientos de bus y del metro, parques, jardines, salones, una vez hasta sobre una esponja en el suelo de alguna oficina. Con esto, quiero decir que podría vivir donde sea, pero no por mucho, porque o ya no me dejan, o me corren, o cambiaron, o ya no existe, o ya no quiero, o no lo recuerdo, o está imposible, o quién sabe. 

Siempre andando a prisa. Y es que siento que se me acaba el tiempo. Tengo la mala costumbre de acelerar, cuando sé que algo me va a doler. Por eso quiereme hoy, quiereme rápido, porque estoy aquí pero mañana estaré en cualquier otra parte. 

Y perdón.



Si me voy, es porque ya no sé cómo carajo quedarme.

miércoles, 6 de enero de 2016

Rojo.

No sé ser feliz si no es con tabaco, y ésta dependencia emocional acabará consumiéndome. Y ya sé que todo el día me la he pasado recordándote, te tengo aquí, incrustrado, recitándome en silencio que tengo "toda la pinta" de un corazón roto y adolorido, pero no me dices nada porque sabes que me queda muy bien el pintalabios rojo y temes perderte en una maraña de pensamientos que no sabes desliar. Presiento que ésta noche trae doble ración de melancolía, ya sabes, yo no soy de las que olvidan, pero debo admitir que en un intento desesperado, tiré por ahí tus recuerdos, así como en las esquinas se tiran desprevenidas las colillas de cigarro.

lunes, 23 de marzo de 2015

¿Te imaginas yo, versándote todos los días?

Te haré un escrito bonito, como suelo hacer, hablaré de los planes ultra secretos y de las ganas que tengo de encontrarte.

Comenzaré diciendo que me faltas y que ando incluyendo tu nombre en cada cosa y paso que doy y hago. Te he colocado ya, los besos más bonitos. De un tiempo para acá siento que "bonito" se creo para adjetivar todo lo que tenga que ver contigo.

Acomodaré las palabras para confesar que ésta espera me mata quedito, pero no me quejo, esperar y buscar sin querer, hallarte, es casi un placer. No trataré de convencerte, pero a riesgo de parecer un tanto ridícula, diré que tu alma y la mía se han estado buscando cientos de veces en la misma vida desde mil trescientas perspectivas. Al leerme sabrás por qué los domingos me saben a melancolía y el por qué los quince segundos antes del amanecer, cuando todo se extingue, sola, me quedo en la calzada pensando, sin decirlo, en robar el coche y huir detrás de mis deseos de adolescente trasnochada.

Tú eres la enfermedad de la que estoy enamorada, la eterna recaída. Somos dos rompecabezas con las piezas del corazón perdidas. No prometeré que voy a quererte a la perfección, pero sí que al reunir cada pieza y adherir una que otra, lo haré con cuidado y con la intención de que al ser más completa, seas feliz. Y es que tu tristeza, junto con la mía, hacen una felicidad.

Te escribiré una cartita, como suelo hacer, ojalá vengas hasta donde estoy y la leas. A lo mejor tienes miedo de que tu mundo deje de tener sentido si vienes, si te quedas, y, bueno, qué te puedo decir yo, si también creo que podría ser así. Pero ya sabes lo que dicen, "tal vez si hacemos de esto algo malo, nos dure toda una vida".

La verdad es que yo te quiero todos los días de la semana, en el desayuno, en mi cigarro de medio día, en mis poemas, en la cola del súper. Y me quiero a mi en tu vida. "Tal vez piensas como pienso, y me une a ti la misma coincidencia". Aquí es cuando espero que entiendas si no te llamo por tu nombre y te pongo uno que hable de las comillas de tu sonrisa, de tus ojos tristes o de las madrugadas escribiéndote. Alguien me enseñó alguna vez que debemos llamar a las cosas por su nombre porque, de no hacerlo, se convertirán en nada. Y no queremos ser "nada". Queremos hablar, que la panza siga doliendo. 

"¿Te imaginas yo, versándote todos los días?"


Me siento vacía cuando siento tanto y no sé darle forma. No sé ofrecerte nada porque nada tengo. Soy un mundo de contradicciones y no quiero ser de otra manera. Odio lo racional y lo políticamente correcto. No sé si al acabar de escribir todo esto acabaré un poco más rota de lo que ya no me importa. A veces tiemblo bajo las sábanas por no saber comprenderme, no sé quién soy, lloro y río a tiempos iguales y a veces el reflejo no me pertenece. No sé quién es esa que mueve los dedos sobre el teclado. No reconozco las calles y la rutina me asfixia. No sé por qué el chico que me vende los cigarrillos sueltos me saluda cada vez que paso por ahí, ni sé por qué el mismo chico, que me miraba mucho según mi madre, dejó de hacerlo cuando un día me vio las muñecas. ¿Qué le pasa a todo el mundo? Que dejen en paz a mi tristeza. ¿Por qué la odiaban tanto? Es lo único bueno en mi. Quizás no me creían cuando dije que yo me alimentaba de todos los males, que yo me alimentaba de los errores y que a la larga despreciaba los aciertos porque no dejaban cicatriz. No es cuestión de cómo sean las cosas. No es así. Las cosas no tienen que ser de ninguna manera, más que como uno lo decida. No lo sé, la gente se mete demasiado en cómo vive la otra gente. ¿Y qué, sí quería morir? ¿Y qué, sí era una puta loca del coño que decidió hacerlo de una manera catastrófica, tan teatral? Cosa suya. Ahora todos los caminos parecen putas desesperadas llorando por un "llegar a casa". Pero joder, cada quien decide cómo traicionarse a sí mismo como mejor le convenga. Y ya. Y sí, podemos seguir viviendo de ésta manera. Aquí no hay nadie que sea feliz de cualquier forma. Nadie encuentra su camino sin haberse perdido varias veces. Mañana cuando amanezca sabrás que al final siempre amanece. Que a veces, salir de la cama todos los días es suficiente.

sábado, 28 de febrero de 2015

La poesía ha vuelto y yo no tengo la culpa.


El problema empezó cuando escribí tu nombre por el simple hecho de rellenar una hoja en blanco. El problema empezó ahí, al ser consciente de que te quería, incluso, en las historias que aún no había escrito. El problema es que siempre ando queriendo cosas que no van; tengo una colección de deseos contradictorios. Y encima, urgentes todos. Y, si hablamos de contradicciones, tú eres mi favorita. Tocando el tema de las cicatrices, cabe mencionar, que las tuyas son muy bonitas para perderse.

Eres como la partitura más complicada, a penas nadie llega al final, pero cuando lo hacen... repiten. Pasa que a veces sólo le cabíamos el nombre a nuestra obsesión. ¡Pero qué nombre más bonito tienes!

Y, entre todas esas cosas, entre la música y las risas, entre las miradas y los besos que no nos damos todavía, entre Morelia y sus calles, y los estudios, y las fiestas que no nos gustan, entre todas esas cosas te quiero, te quiero así, porque no encuentro razón, porque no quiero buscarla.

Qué manera más absurda, ahora que lo pienso, sin un por qué definido. Yo no podría explicarlo, ¿comprendes? De haber querido, no habría encontrado la manera de hacerlo.

Tuvimos la misma opción, pudimos ignorarnos, pudimos no ser; ambas, sin saberlo, nos elegimos y aquí estamos, ante todas las improbabilidades; demostrando que cuando alguien está destinado a ser, es. Yo no creía en eso del destino, pero contigo dudé. No me preguntaste quién era, ni cómo había llegado hasta a ti, porque sabías que me habías llamado tú. Tú. Tú llegaste para quedarte, aún sin estar aquí.

Tengo un sin fin de palabras que sólo brotan cuando no estás conmigo; por eso amo escucharte y que me dejes en silencio; y es que cuando me dices que me quieres más eres tan bonita, que sólo quiero que me lo repitas una, y otra, y otra vez. Quiero escribirte poemas a besos, desde tu ombligo hasta tu...

Sólo una pregunta me joda todas las dudas.


¿Seguirás pasándome?

domingo, 21 de septiembre de 2014

La esperanza, como siempre, va llegando tarde.

Yo ya tenía una botella media vacía y… sin querer queriendo, ya le estaba rimando. Ahora tomo su cintura, la encuentro en el cuerpo de éste lápiz (últimamente ella está en todas partes). Le quito la blusa mientras escribo, la beso mientras me lee.  El amor no es algo que se alquila, pero  odio cuando el hijo de puta viene y me rinde cuentas, y me pide que le haga y que le deshaga; odio entonces cada verso y cada estrofa, insulto todas las vocales menos las de su nombre; hice un intento inútil por desafiarme, me propuse no pensarla, no habitarla, pero la sentí más mía.

No voy a hablar de ella, no voy a hacer mención a sus pestañas largas, ni a sus lunares, esos que tiene en ambos hombros y que tanto le gustan. No hablaré de su risa nerviosa. De lo directas que eran sus palabras. (Y qué idiota era y cuantísimo la amé.) Ni tampoco de cuando se alteraba mientras la veía y pensaba que era lo más bonito que alguna vez tendría en mi vida. De cuando miraba a los gatos negros fijamente porque no le tenía miedo a la mala suerte. Y era, en cierto modo, porque ella era la mala suerte personificada. Y yo, como siempre, me enamoré del caos, del desastre y de su vacío. Más, por mi parte, no la seduje con cigarros, ni rosas rojas, siempre le llevé muy dentro, clavada hasta la puta madre. Llegué a pensar que no había pareja en el mundo más afortunada que nosotras, ya que morderle los labios sabía a felicidad.

Olvidaba mi nombre cuando decía que me amaba, y al olvidar mi nombre sabía quién soy. Soy el cadáver al que le brotan flores, y hoy tampoco le he llevado un girasol. ¿Qué hago con todas esas veces que no voy a escucharle reír, con el vacío de entre mis dedos porque no llegan los suyos kamikazes, a besarlos?, ¿y qué con el dolor extraño de esa forma tan suya de no decirme ya “te amo”, ni por error y sin cuidado? ¿Dónde está?  Ya es Septiembre, he escrito mi nombre, no sé quién soy y necesito que me ame.


Por favor, tú, desconocido,
que me lees y me sufres,
dile a mi chica de ciencias,
que la chica de letras, yo,
siempre más (más, más, más, más, más).
Y que es...
 lo mejor que le va a pasar a alguien más.

Patetismo.

Hoy justamente he escrito algo, pero no me ha gustado el resultado, para variar.  Llevo unos días en los que escribo mucho, también estoy peor. Es  difícil decir siempre todo lo que se siente. Pero se siente. Todo. Siempre. Siempre fui de esas que no saben fingir, de las que necesitan un por qué para todo porque sí. Al mirar atrás, veo que dejé de escribir en mi libreta cuando dejé de querer conocerme más a mí misma. Me di cuenta de que prefiero echarle la culpa a las piedras cuando caigo, cuando el problema está en que siempre voy mirando atrás. He comprendido que a veces es la forma en que caminas, y no el camino, lo que te hace tropezar. Creo que a pesar de un par de duros golpes por parte de la vida, puede que haya sido yo quien haya jodido mi suerte, pues esperando siempre un mal tiempo, es normal que del diario me llueva. Pero lo peor es que sabiendo todo esto, sigo aplastada bajo el peso de mí misma; pues no encuentro la manera de romper lazos con Plutón, ni sus satélites. No consigo reaccionar.

Odio no querer hablar con nadie porque antes de conocer a alguien, ya estoy pensando en qué haré para cagarla y que se vaya de mi vida, es bastante frustrante vivir así, pero se consigue, supongo. Como cuando te odias a ti por ser tú, qué contradicción, ¿no? Si eres lo único que tienes, qué mínimo que llevarte bien contigo. No soy lo que quiero, ni quiero lo que soy. Bueno, supongo que el ser humano es así, o a lo mejor soy yo sola. Qué va.

Ya es bueno que me quiera morir y no sea por amor, quizás una buena razón sería la adicción al tabaco y no a las caderas. Fumar mata. Y finalmente, la muerte no es nada más que poesía. Bien decía Bukowski: “¿Qué puede hacer un poeta sin dolor? Lo necesita tanto como a la máquina de escribir.” Ya sé que pocos gustan de leer un poema tan lleno de imbecilidad y patetismo; un poema que no trasmite confianza, seguridad ni esperanza, o que no ofrece al lector la cabeza de sus propios recuerdos en bandeja de papel… pero necesito escribirlo, porque el escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar, porque éstas sombras no se espantan con un par de días en que todo salga bien, ni con unas palmadas en la espalda, ni aunque me digas a la cara “supérate”; o que soy una idiota, cobarde, o una marica… lo asumo y entiendo todo ello. Tal vez estoy delirando, lo que yo hago no llega ni a poesía, ni a libro, me apetece escribir pero a la vez no digo nada, así que voy a publicar esto y para al cabo de unos minutos, o días, seguramente, acabaré borrándolo por lo subnormal que me siento diciéndolo.

Mi único talento ha sido mantenerme a flote con los pies hundidos en cemento, a costa de parasitar a quienes me quieren, y buscar que me sigan soportando para evitar que pase lo que tiene que pasar. Pero en fin, aquí sigo… Tragando niebla negra.


 “No quiero escribir, no quiero estudiar; quiero, simplemente, ser de verdad; aunque ello me lleve a descubrir que no soy nada…”

—           Julio Cortázar