domingo, 21 de septiembre de 2014

Patetismo.

Hoy justamente he escrito algo, pero no me ha gustado el resultado, para variar.  Llevo unos días en los que escribo mucho, también estoy peor. Es  difícil decir siempre todo lo que se siente. Pero se siente. Todo. Siempre. Siempre fui de esas que no saben fingir, de las que necesitan un por qué para todo porque sí. Al mirar atrás, veo que dejé de escribir en mi libreta cuando dejé de querer conocerme más a mí misma. Me di cuenta de que prefiero echarle la culpa a las piedras cuando caigo, cuando el problema está en que siempre voy mirando atrás. He comprendido que a veces es la forma en que caminas, y no el camino, lo que te hace tropezar. Creo que a pesar de un par de duros golpes por parte de la vida, puede que haya sido yo quien haya jodido mi suerte, pues esperando siempre un mal tiempo, es normal que del diario me llueva. Pero lo peor es que sabiendo todo esto, sigo aplastada bajo el peso de mí misma; pues no encuentro la manera de romper lazos con Plutón, ni sus satélites. No consigo reaccionar.

Odio no querer hablar con nadie porque antes de conocer a alguien, ya estoy pensando en qué haré para cagarla y que se vaya de mi vida, es bastante frustrante vivir así, pero se consigue, supongo. Como cuando te odias a ti por ser tú, qué contradicción, ¿no? Si eres lo único que tienes, qué mínimo que llevarte bien contigo. No soy lo que quiero, ni quiero lo que soy. Bueno, supongo que el ser humano es así, o a lo mejor soy yo sola. Qué va.

Ya es bueno que me quiera morir y no sea por amor, quizás una buena razón sería la adicción al tabaco y no a las caderas. Fumar mata. Y finalmente, la muerte no es nada más que poesía. Bien decía Bukowski: “¿Qué puede hacer un poeta sin dolor? Lo necesita tanto como a la máquina de escribir.” Ya sé que pocos gustan de leer un poema tan lleno de imbecilidad y patetismo; un poema que no trasmite confianza, seguridad ni esperanza, o que no ofrece al lector la cabeza de sus propios recuerdos en bandeja de papel… pero necesito escribirlo, porque el escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar, porque éstas sombras no se espantan con un par de días en que todo salga bien, ni con unas palmadas en la espalda, ni aunque me digas a la cara “supérate”; o que soy una idiota, cobarde, o una marica… lo asumo y entiendo todo ello. Tal vez estoy delirando, lo que yo hago no llega ni a poesía, ni a libro, me apetece escribir pero a la vez no digo nada, así que voy a publicar esto y para al cabo de unos minutos, o días, seguramente, acabaré borrándolo por lo subnormal que me siento diciéndolo.

Mi único talento ha sido mantenerme a flote con los pies hundidos en cemento, a costa de parasitar a quienes me quieren, y buscar que me sigan soportando para evitar que pase lo que tiene que pasar. Pero en fin, aquí sigo… Tragando niebla negra.


 “No quiero escribir, no quiero estudiar; quiero, simplemente, ser de verdad; aunque ello me lleve a descubrir que no soy nada…”

—           Julio Cortázar