sábado, 12 de abril de 2014

Y entre líneas se oculta un "no te vayas".

Hay noches como la de hoy en las que te extraño más, y me da por recordarte, por escribirte. Y es que sólo hay una como tú. Me gustaba que te gustara caer, y caer, y caer otras mil veces. Como si estuvieras convencida de que el abismo también es volar. Y yo me quité las alas para caer contigo. Y te agradezco, te doy las gracias por enseñarme tu manera tan peculiar de volar, aunque terminara por los suelos.
Hoy estoy sentada aquí, buscando la manera de disculparme. Por todo el dolor que nos causamos, por todo lo que nos dijimos, y lo que no. No sé, creo que hay un número limitado de oportunidades para estar con alguien, y nosotras lo estropeamos tantas veces que ya no hubo nada más que hacer. Y que mierda. Pero, la cosa es que nadie me conoce como tú. Sólo tú sabes si me gustará una canción antes de que la escuche. Te ríes de mis chistes antes de que haya terminado de contarlos. Contigo soy más yo que con nadie. Lograste que me quisiera y eso nunca se me olvida. Siempre te amaré -como te lo he dicho “hay cosas que nunca cambian”-. Porque crecimos juntas. Me ayudaste a ser lo que soy ahora.
Hoy también es una de las tantas noches en las que no me dejas dormir. ¿Te das cuenta de que jamás tuvimos una despedida? Es por eso que la herida no cierra… porque la sutura está hecha de puntos suspensivos. Y es que no dejo de pensar en que todas, absolutamente todas las casualidades están llenas de intención, y tú llegaste a mi vida por casualidad; entonces, ¿cuál fue tu intención conmigo? Sí no pensabas quedarte… 
Hoy sólo quisiera decir que por más distancia que haya, nunca logrará convertirse en olvido. Que siempre habrá algo de ti en mí. Y gracias. En quien sea que te conviertas y donde sea que estés, espero que tropieces con mis “Te quiero. Te amo. Te extraño. Te todo. Me todo”, de vez en cuando.

miércoles, 9 de abril de 2014

Abril, 9.

Aquí estoy, pensando en cómo decirte tanto y nada. Y es que tan sólo pensar en que leerás todo esto me pone nerviosa y me tiemblan las letras. Te seré sincera, cuando te conocí no creí que te volverías alguien tan importante para mí. Pienso en ti todo el día. Sanaste la herida abierta que llevaba en el alma, sin siquiera saberlo, sin sospecharlo. Fuiste quien se quedó cuando ni yo misma estaba. Y gracias, oye.

Eres todo lo que esperaba y aún más. Eres la necesidad de lo que no hace falta y sin embargo, cuando no esta me mata. Dicen que el punto está en encontrar a la persona que jamás buscaste; que resulta incómoda de tan perfecta. Así me pasa contigo. No sé si entiendas. Que me gustas. Me gustas porque eres diferente a mí. Me gustas porque día a día voy descubriendo un mundo desigual al mío, el tuyo. Me complementas. Me gusta la manera en la que sonríes y se te arruga la nariz. Me gusta que veas directo a los ojos, sin vacilar. Me gusta que tengas la estatura perfecta para darte besitos en la frente y tomarte de la cintura. Me gusta que al besarme, me acaricies la cara. Me gusta terminar nuestros besos con piquitos y que en medio de una sonrisa volvamos a empezar. Me gustas porque capturas mi curiosidad y mi admiración. Me gusta que seas responsable y que te preocupes por un futuro. Me gusta la manera en la que te desesperas. Me gusta que me retes siempre y que jamás me dejes ganar. Me gusta que así como tú lo haces, yo puedo enseñarte una nueva perspectiva de las cosas. Me gusta que tu voz sea lo primero que escuche al despertar.  Me gusta saber que jamás dejaré de conocer algo nuevo. Y justamente es eso, no sé qué es lo que tienes y eso me encanta.

Como en toda relación existen contratiempos que se empeñan en desgastarnos, pero no. Todo nos hará más fuertes y sé que podremos contra ellos. Porque no existen pretextos ni excusas para alejarme de lo único que me hace feliz. Me gustan los comienzos, porque son los momentos en donde un final parece imposible. Y así quiero seguir, yo no quiero ser un “lo que dure”. Yo quiero ser un “para siempre”. Y te entiendo, eso espanta a cualquiera. Pero por favor, quédate. Te quiero.

09.03.14
09.04.14

lunes, 7 de abril de 2014

Enseñanza y resultado.

Hola, sé que te he descuidado un poco, ya no te he escrito como antes. ¡Te has perdido de tantas cosas! Déjame que te ponga al corriente de unas cuantas. Hace unos días, una maestra me preguntó si alguna vez había esperado a alguien o alguien me había hecho esperar por varias horas y, ¿quieres saber qué le conté? Le hablé de aquella vez en la que te esperé por 5 horas, sólo para darte un paquete de gansitos porque te habías enojado conmigo. ¿Sabes qué me dijo al final de la historia? “Realmente la amabas” Y sí, tiene razón, yo realmente lo hacía, o aún lo hago… o no sé. Debí haber hecho más para demostrarlo. Hace poco me hablaron de ti, me han dicho que estás mejor que nunca, me dio gusto saber que estás bien y que ella te hace feliz. Sé que no soy perfecta, y que hay mejores que yo, cometí muchos errores. Pero, al menos te mantuve una linda sonrisa para que se enamoraran de ti como yo lo hice. No te he de negar que se me contrajo el alma y el corazón al saberlo, y no sé por qué me duele, si se supone que ya me había acostumbrado…  En mi defensa diré que entendí que el olvido no existe; lo que existe es seguir adelante. Y sigo. Cada día te recuerdo menos. Quiero decir, si antes te recordaba 100 veces al día, ahora son sólo 10; y ya sé que se supone que no debo mirar atrás; mira que lo intento, pero también sé que ahí estás tú y tú sigues siendo mi debilidad. Eres demasiada tentación a pesar de saber que nos perdimos antes del comienzo. Creo que necesitaba enamorarme de ti. Creo que necesitaba luchar, llorar, sangrar y fallar. Creo que es necesario tener malas relaciones y malas rupturas. Creo que necesitábamos todo eso para que cuando la persona y la relación correcta llegaran pudiéramos respirar con alivio y decir: “Ah, sí. Así es como debería sentirse.” Necesitábamos aprender a valorar y a valorarnos. Aunque no te lo voy a negar, lamento ser la enseñanza y no el resultado. Pero no me preocupo, cielo. Tú y yo hemos tenido tanta historia, como para que sólo nos dure una vida...

Espérame en la siguiente.

sábado, 5 de abril de 2014

Recuerdo que mirarla dolía.

Ella era como unos anteojos estrellados, esparciendo cristales por el suelo. Pero era hermosa y despertaba mi curiosidad… Hizo que me fijara en todos esos detalles que no debía notar, como la manera en la que sus pestañas se rizan y enmarcan una sonrisa cada que parpadea, o cómo sus carcajadas la dejan sin aliento, formando dos comillas en las mejillas; además, hacía muecas con los labios. También me fijé en la manera desarreglada de su cabello, enmarañado, sí, pero la hacía ver más atractiva. Vi mi reflejo en sus ojos y ella en los míos; todo lo que se podía ver era tristeza. Ella tenía en la mirada mera melancolía, podías sentirla. Y aún con eso, sus ojos no perdían aquel brillo. La vida la había jodido, destrozado. Y yo quería recoger todos esos pedazos, quería juntarlos de nuevo, incluso adherir algunos nuevos; así que lo intenté, de verdad lo hice. Dicen que cuando tratas con una persona rota, debes tener cuidado con sus pedazos, porque cortan. Y así me fue. Por cada vez que trataba de sanarla, más frágil me volvía, pero no me importaba. Quería verla feliz. Cada que la hacía reír, lo único en lo que podía pensar era en que eso era lo que quería hacer el resto de mi vida, verla reír. Empezó a mejorar, de a poquito reunió las piezas suficientes como para levantarse e irse, escapar. Pero no me llevó junto con ella. Y yo me quedé ahí, donde me dejó; preguntándome sí los pedazos que habían quedado tirados eran suyos, o míos. Es difícil y es triste, pero es la decisión correcta. Y siempre será mejor cuando yo no esté. Estará bien y será la luz de otra obscuridad. Y yo no me permitiré pensar en ella. Ahora, tengo miedo de que aunque no regrese nunca conmigo, no se vaya jamás de mí. No sé si entiendan. Que ella era el tipo de amor que recordaré por siempre, pero no el tipo de amor que duraría para siempre.