sábado, 28 de febrero de 2015

La poesía ha vuelto y yo no tengo la culpa.


El problema empezó cuando escribí tu nombre por el simple hecho de rellenar una hoja en blanco. El problema empezó ahí, al ser consciente de que te quería, incluso, en las historias que aún no había escrito. El problema es que siempre ando queriendo cosas que no van; tengo una colección de deseos contradictorios. Y encima, urgentes todos. Y, si hablamos de contradicciones, tú eres mi favorita. Tocando el tema de las cicatrices, cabe mencionar, que las tuyas son muy bonitas para perderse.

Eres como la partitura más complicada, a penas nadie llega al final, pero cuando lo hacen... repiten. Pasa que a veces sólo le cabíamos el nombre a nuestra obsesión. ¡Pero qué nombre más bonito tienes!

Y, entre todas esas cosas, entre la música y las risas, entre las miradas y los besos que no nos damos todavía, entre Morelia y sus calles, y los estudios, y las fiestas que no nos gustan, entre todas esas cosas te quiero, te quiero así, porque no encuentro razón, porque no quiero buscarla.

Qué manera más absurda, ahora que lo pienso, sin un por qué definido. Yo no podría explicarlo, ¿comprendes? De haber querido, no habría encontrado la manera de hacerlo.

Tuvimos la misma opción, pudimos ignorarnos, pudimos no ser; ambas, sin saberlo, nos elegimos y aquí estamos, ante todas las improbabilidades; demostrando que cuando alguien está destinado a ser, es. Yo no creía en eso del destino, pero contigo dudé. No me preguntaste quién era, ni cómo había llegado hasta a ti, porque sabías que me habías llamado tú. Tú. Tú llegaste para quedarte, aún sin estar aquí.

Tengo un sin fin de palabras que sólo brotan cuando no estás conmigo; por eso amo escucharte y que me dejes en silencio; y es que cuando me dices que me quieres más eres tan bonita, que sólo quiero que me lo repitas una, y otra, y otra vez. Quiero escribirte poemas a besos, desde tu ombligo hasta tu...

Sólo una pregunta me joda todas las dudas.


¿Seguirás pasándome?