lunes, 23 de marzo de 2015

Me siento vacía cuando siento tanto y no sé darle forma. No sé ofrecerte nada porque nada tengo. Soy un mundo de contradicciones y no quiero ser de otra manera. Odio lo racional y lo políticamente correcto. No sé si al acabar de escribir todo esto acabaré un poco más rota de lo que ya no me importa. A veces tiemblo bajo las sábanas por no saber comprenderme, no sé quién soy, lloro y río a tiempos iguales y a veces el reflejo no me pertenece. No sé quién es esa que mueve los dedos sobre el teclado. No reconozco las calles y la rutina me asfixia. No sé por qué el chico que me vende los cigarrillos sueltos me saluda cada vez que paso por ahí, ni sé por qué el mismo chico, que me miraba mucho según mi madre, dejó de hacerlo cuando un día me vio las muñecas. ¿Qué le pasa a todo el mundo? Que dejen en paz a mi tristeza. ¿Por qué la odiaban tanto? Es lo único bueno en mi. Quizás no me creían cuando dije que yo me alimentaba de todos los males, que yo me alimentaba de los errores y que a la larga despreciaba los aciertos porque no dejaban cicatriz. No es cuestión de cómo sean las cosas. No es así. Las cosas no tienen que ser de ninguna manera, más que como uno lo decida. No lo sé, la gente se mete demasiado en cómo vive la otra gente. ¿Y qué, sí quería morir? ¿Y qué, sí era una puta loca del coño que decidió hacerlo de una manera catastrófica, tan teatral? Cosa suya. Ahora todos los caminos parecen putas desesperadas llorando por un "llegar a casa". Pero joder, cada quien decide cómo traicionarse a sí mismo como mejor le convenga. Y ya. Y sí, podemos seguir viviendo de ésta manera. Aquí no hay nadie que sea feliz de cualquier forma. Nadie encuentra su camino sin haberse perdido varias veces. Mañana cuando amanezca sabrás que al final siempre amanece. Que a veces, salir de la cama todos los días es suficiente.