lunes, 10 de marzo de 2014

Hoy, me despido de lo que pudimos ser, más no de lo que fuimos.

La mejor manera de saber cuánto quisiste a alguien; es aceptando que ya es feliz con alguien más, porque contigo ya no lo era. Y así contigo. Te quise como no quise a nadie. Te quise de forma exagerada, hasta el punto de que tú eras la protagonista de mi propia historia. Te quise mal. Te quise a mi manera, esa que corrompe y rompe todo lo que toca. Te amé así, porque no sé amar de otra forma. Te amé hasta el punto de dejarte libre para que seas feliz. Te amé incluso más de lo que me amo a mí. Y te sigo amando contra mi voluntad; porque te fuiste y se supone que debería olvidarte. Tengo miedo de seguir amándote; tengo miedo de seguir queriéndote, porque no dejaré de amarte ni de quererte, porque se me hizo fácil amarte y se me hará imposible dejar de quererte. Pero hoy, cariño. Hoy te libero de todo. Te libero de los celos, de las inseguridades; te libero de la sonrisa y las ojeras en las que te contengo; te libero de las promesas que te faltaron por cumplir, de los sueños a futuro y de cualquier sentimiento de culpa que tengas -si es que lo tienes-. De igual manera, me libero de la espera, de la esperanza de volver a ser. Y te doy las gracias, porque a pesar de el daño y las heridas, siempre te recuerdo con alegría. Hoy, también, me despido de lo que pudimos ser, más no de lo que fuimos. De mi parte, te prometo no volver a cometer los errores que cometí contigo, qué mira, me costaron la vida. Y sí, con vida me refiero a ti.