lunes, 26 de mayo de 2014

Declárame la guerra.

Ven, o llévame contigo. No me hagas el amor, que eso ya está muy visto. Declárame la guerra. Quítame las dudas y el vestido, píntame un escalofrío y con la luz apagada recorre la línea de mí espalda. Respira, y a voz bajita y latidos altos dime que me quieres. Deja que mi frente y tu ombligo se hagan buenos amigos, mis manos y tu entrepierna debían conocerse algún día y mira, mis labios te deben un paseo por tu cuerpo, y si me dejas, te lo explico. Desabróchame las ganas, demos paso al huracán. ¿Qué más da si nos escuchan, o si no dormimos? “No importa”. Juguemos al escondite, aunque nos encuentren y nos traten de usted. Que no te enturbien las ganas mis quejidos, que cuanto más me niego, más lo pido. Y no, no me cargues sino estás dispuesta a caer conmigo. Mírame y sonríe, que si no quieres, yo no te muerdo. El sillón nos está llamando, pero ya sabes que yo no acepto a la primera. Anestesiemos a la prisa y a sus ganas de acabar. Dime que no llegará mañana, que buscaremos la forma de que todo sea inmortal. Y dime que la vida son dos días…